~ El Machi, don José Caripán ~
Años atrás, tuve la suerte y el privilegio de encontrar a don José Caripán. Un personaje muy singular y extremadamente interesante, quien oficiaba el rol de Machi, en la comunidad de Hualapulli, en los alrededores de la ciudad de Villarrica. Y digo que tuve suerte, ya que no es nada fácil para un extraño como yo, llegar siquiera a sondear los misterios del curanderismo y la medicina mapuche. Esto se debió a la amistad común con Leonel Lienlaf, un gran poeta de la lengua mapuche, y que fue quien me introdujo en el mundo de este singular personaje, por quien desarrollé un cariño afectouoso inmediato. Solamente lo encontré unas 4 o 5 veces, y desconozco mayores detalles acerca de su vida, su familia o su historia personal.
Dos motivos me llevaron a él. Uno la inmensa curiosidad y respeto que siento por la cultura mapuche, y el otro, a causa de un daño producto de la brujería. Me recibió con mucha gentileza y buen humor, como era su costumbre, y de tan solo darle una mirada a mi orina, ya tenía el diagnóstico y también la prescripción; la que entre otras cosas, incluía sahumerios, plantas de limpieza y sabios consejos. En su simpleza, era un hombre muy versado en muchas materias y con amplios conocimientos en lo que se denomina sabiduría popular.
Un par de días después regresé a su casa al amanecer, ya que estaba muy interesado en observar y aprender acerca de su forma de trabajar. Ya muy temprano se encontraban presentes muchas personas, las que en su mayoría provenían de campos vecinos, montañas aledañas y regiones circundantes. Las cuales llegaban ya sea en vehículos particulares, buses regionales, carretas de bueyes, montando a caballo o simplemente caminando. En torno de una fogata, rondaban los mates, las tortillas de rescoldo, el café caliente, los huevos duros, los sandwich de queso y algunas otras delicadezas propias de la cocina mapuche.
Cada persona llegaba con un frasco con su nombre y dentro una pequeña cantidad de la primera orina de la mañana. Don José iba cogiendo uno por uno los frascos, los agitaba un poco y observaba, para luego diagnosticar las cosas más diversas, como males de riñón, suciedad de la sangre, problemas en los pulmones, daños por magia negra, deficiencias cardíacas, inflamaciones en el hígado, y más de alguna vez despachando con prontitud y severidad a algún incrédulo, además de reprocharle la falsedad de su presencia en el lugar.
Escribía en un trozo de papel sus prescripciones, las que eran entregadas a gente de su entorno familiar, quienes en el acto ya se encontraban preparando en grandes ollas, las pócimas y remedios en base a hierbas, plantas medicinales y vegetales recetados por el eficiente doctor. Las que luego salían en botellas aún humeantes en brazos de los aliviados pacientes y sus familiares.
De pronto entraba en una sala contigua en la que esperaban las personas antes de ser atendidas, abrazaba a algunos, saludaba a otros o sacaba a bailar sensualmente a alguna sorprendida mujer despachándose algunas bromas de subido tono y doble sentido, para de pronto, como si entrara en un trance daba 2 o 3 frases llenas de contenido y curación para todos todos los presentes. Ahí pude comprender cómo manejaba la situación y el sufrimiento de tantas personas, liberando la negatividad a través de un buen chiste o una salida espontánea, en la que por cierto no escaseaban los garabatos ni las palabras de grueso calibre. En ocasiones se podía acompañar de su guitarra y su música ranchera. Claramente poseía grandes dotes de actor y comediante, lo que resaltaba más aún con su sombrero de ala ancha y su chispeante sentido del humor.
A mi lado se encontraba un señor de avanzada edad con mucho dolor y una pierna para la miseria. Según me contó, se había caído de un árbol y luego de pasar un tiempo en el hospital, su condición había empeorado bastante. Don José cogió fuertemente su rodilla haciéndolo gritar de dolor, volviéndola a su lugar, y guiñandome un ojo, me dijo en forma textual: » Así se arreglan estas huevadas. » Demás está decir que el anciano salió caminando y mucho mejor de lo que había llegado.
En otra ocasión, llegó una atribulada señora a contarle que una semana atrás le habían robado la yunta de bueyes. Él la escuchó atentamente y la observó con compasión, señalándole que tuviera paciencia. Al día siguiente, y para sorpresa de todos, llegó la noticia de que los bueyes habían regresado a casa al amanecer, caminando tranquilamente como si nada, por un camino vecinal……… » cosas de don José «……..
Un día me encontraba caminando por las calles del centro de Villarrica, y de pronto, sentí una energía fuerte a mis espaldas, al voltear, para mi sorpresa, me encontré a don José que venía caminando con un par de botellas de vino tinto en sus manos. No perdí la oportunidad de saludarlo e intercambiar algunas palabras. En el inter tanto, se detenía una mujer para agradecerle la mejoría de su esposo, o una joven madre, mostrándole como ahora caminaba su hijo luego de su curación, o simplemente un vecino que lo saludaba al pasar dándole unos cuantos panes recién amasados. Claramente era una persona con mucho arraigo y popularidad en la gente de la zona.
En la cultura mapuche, regularmente son las mujeres las que cumplen con el rol de Machi, aún cuando en muchas ocasiones también, lo pueden ejercer los hombres, como en el caso de don José. En algún momento de la mañana, cambiaba sus ropas por los atuendos tradicionales de las Machis, y salía frente al Rehue, a hacer sus invocaciones y sus rezos, tocando el Kultrún y rociando con agua bendita a los presentes, en un ritual simple, hermoso y poderoso a la vez. Luego de culminar el ritual, regresaba adentro, donde aún lo esperaban decenas y decenas de pacientes.
El rol de Machi, siempre cumple con la finalidad de establecer equilibrios, ya que entienden cualquier tipo de enfermedad, como un desorden energético en el campo vital de los individuos, el que se puede haber producido por muchas diferentes causas o combinaciones de las mismas. Tales como factores ambientales, sociales, familiares, emocionales, económicos, cósmicos u otros. Las que normalmente son producidas por el quebrantamiento de las leyes espirituales, y en algunos casos, también por el ataque de fuerzas negativas. Entonces, el Machi cumple el doble rol de médico y sacerdote, no solo en la curación de las enfermedades, sino también en el sostenimiento de las bases y los cimientos de su hermosa y ancestral cultura.
El uso de plantas medicinales, el vínculo con los ancestros, la comprensión del mundo de los sueños, así como diversas terapias naturales son parte importante de los recursos y los medios que emplean los/as Machis para restablecer el equilibrio y el balance, no solo de los pacientes sino también de las sociedades a las que pertenecen. Producto de su larga y prolongada relación con la naturaleza y las fuerzas que operan en los mundos sutiles, es que poseen un vasto y completo conocimiento de la botica divina. El que hace palidecer a la farmacopea moderna, con todos sus excesos, y el inmenso daño que produce en tanta gente, por el por mal entendimiento acerca de lo que es realmente la enfermedad.
Al igual que muchas culturas antiguas, comprendían muy bien la interdependencia de los factores emocionales, mentales, físicos y espirituales en la causa de la manifestación de gran parte de las enfermedades.
Desde mi punto de vista, gran parte de la gran resistencia y fortaleza histórica de la raza mapuche en términos generales, se debe a milenios y milenios de haber desarrollado un conocimiento muy amplio, extenso y práctico en lo que a medicina integral se refiere. Según diversas crónicas, no era nada de infrecuente encontrar personas que superaban con muy buena salud la barrera de los cien años. Naturalmente en ese tema, el mundo de los Machis, también cobraba una importancia capital.
No soy un gran entendido ni un gran conocedor de la cultura mapuche, más bien me crié y crecí muy lejos de la misma. Pero tengo mucho respeto y veneración por sus costumbres, tradiciones y enseñanzas. Desde luego mi encuentro con don José Caripán, significó para mi, un acercamiento y una posibilidad de comprender y asimilar de mejor manera esta ancestral forma de intuir e interpretar la vida.
Pienso que don José, no fue un Machi típico o característico de acuerdo al concepto más tradicional que se tiene sobre las/os Machis, si es que cabe la expresión. Además en el claro entendimiento de que cada sanador, independientemente de sus orígenes o raíces, tiene formas particulares y propias para ejercer sus funciones. Y por cierto, no me caben dudas de sus buenos propósitos y los altos ideales que guiaron su camino, en el que ayudó a tantas personas a recuperar la salud y aliviar sus sufrimientos.
No volví a verlo ni encontrarlo en su forma física, pero no tengo dudas de que siempre me acompaña en mi corazón, cada vez que lo recuerdo con afecto y viene a mis pensamientos. Casualmente en un viaje a Perú, hace algunos años, me enteré de su partida de este plano. En cualquier caso, estoy seguro que don José, se encontrará en el cielo mapuche trabajando por su gente y la prosperidad de su cultura, y seguramente apoyando a otros Machis que trabajan curando, sanando y restableciendo el equilibrio en sus comunidades, de la misma manera en que el lo hizo cuando moraba en un cuerpo físico.