Aprender el arte de vivir con fe y a confiar en nosotros mismos es uno de los pilares fundamentales en los que se sustenta la base del desarrollo y el progreso espiritual. Quien no confía en si mismo, suele pasarse la vida dando vueltas en el mismo lugar. El lamento, la debilidad, la frustración y la indecisión serán su sello de presentación. Además, será una presa muy fácil para el encadenamiento a todo tipo de miedos, prejuicios, aprensiones, recelos, ridiculeces e incredulidades.

 

Por el contrario, aquellos quienes confían en sí mismos, dependen de sí mismo. Y, quien depende de sí mismo, es soberano sobre su propio destino. La autoconfianza refuerza el optimismo, potencia el buen discernimiento y el funcionamiento correcto del sentido común, además de incrementar los niveles de alegría, esperanza, plenitud y felicidad.

 

Para desarrollar y potenciar la autoconfianza y la fe en nosotros mismos, necesitamos ejercitarnos en la búsqueda incesante del silencio de la mente, la quietud del pensamiento, la tranquilidad del espíritu, y ciertamente a la entrega y la receptividad hacia la magia, el misterio y el encanto del Plan Divino.