Oh espíritu inmortal,
Tú que habitas en la
esencia de mi Alma.
Revélame el gran secreto
de tu rostro majestuoso.
Llévame a ver que hay
más allá, donde el crepúsculo
se esconde tras la lejanía del horizonte.
Aléjame de las nubes grises
de la ignorancia y la vanidad.
Así como de la sombra oscura
del mundo de las tinieblas.
Tómame de la mano y camina a mi lado.
Para que no me extravíe y no pierda el paso
en el sinuoso y mágico camino de la senda
la sabiduría y el conocimiento.
Aquella que cantaban los sabios, los santos
y los abuelos en los lejanos tiempos en que
se reverenciaba el conocimiento del silencio.
Antes de que se estableciera la mirada estrecha
y entumecida de la pequeñez de la arrogancia,
la falsedad y el egoísmo.
Oh, señor del Universo,
Tu que haces que las piedras canten.
Tu que brillas en el oro, la perla y el diamante.
Tu que vuelas en el pecho de las golondrinas,
y en las tiernas alas de las mariposas.
Tú que vibras en la quietud y el silencio
misterioso de los bosques.
Tu que susurras tus secretos,
en el canto de las aguas,
que recorren suavemente
los valles, las colinas
y las quebradas.
Amado, Padre / Madre Dios.
Háblale a mi Alma,
en el lenguaje de las estrellas,
en el dulce canto del gorrión.
En la inocente sonrisa de los niños,
o en la lánguida y triste mirada
del pobre y el desdichado.
Oh Señor, hazme tu instrumento.
Para que pueda traer al mundo paz,
concordia, alegría y contento.
Para que el esplendor
y la Luz de tu gloria Omnipresente,
puedan brillar y despertar la Divinidad,
en la Consciencia de la Humanidad.