~ La Ley del Karma ~
Pocas cosas en el mundo han sido tan malentendidas y erróneamente interpretadas como la Ley del Karma, a pesar de su esencial y capital trascendencia. La cual, influye y determina en grado importante el destino de la vida, en sus diferentes niveles. Es una ley cósmica absolutamente relevante, y que se encuentra operando en todo momento, como consecuencia o reacción a la naturaleza de nuestras acciones, palabras y pensamientos. Es una ley o principio inmanente, de la cual resulta que de toda acción, se deriva o genera una reacción o consecuencia inevitable, cuyo resultado siempre dependerá de la naturaleza de la misma.
Tanto el concepto de Karma, como su amplio, vasto y profundo significado, provienen de la escuela mística de la India antigua, y forman parte indisoluble y fundamental de la filosofía del mundo del yoga. Por lo tanto, está íntimamente ligado al concepto y a la creencia en la reencarnación y la transmigración de las almas. Situación que aún encuentra mucha resistencia en el mundo científico y racional que predomina en el paradigma moderno occidental. Aún así, la palabra Karma es muy conocida en occidente, aunque su entendimiento y comprensión, suele apartarse del sentido místico, trascendente y esencial del sentido filosófico original, así como de sus amplias y diversas implicaciones.
Entonces, para tener un correcto entendimiento de la Ley del Karma, necesariamente hay que comprenderlo y relacionarlo con la creencia en la reencarnación. La cual, básicamente nos enseña que los seres humanos somos almas en permanente evolución, en un proceso muy largo y extenso en tiempo y espacio, y en el que una vida, no es mas que una etapa transitoria, entre otras muchas. Y cuyo objetivo final, es la Auto Realización o la Realización del Ser. El vínculo o hilo conductor entre dichas vidas, es el alma imperecedera, y entonces el Karma, vendría a ser el efecto regulador que establece las condiciones y las circunstancias propicias y adecuadas para cada alma entre una encarnación y la siguiente.
Es muy importante el recordar, que el Karma, como se mencionó mas arriba, siempre será la condición resultante de los efectos particulares de nuestras palabras, pensamientos y acciones. Lo que en términos simples significa, que el hombre es el arquitecto de su propio destino, y que todo lo que le ocurra en el tiempo presente, está absolutamente vinculado a sus actos, méritos o deméritos en el pasado. De la misma manera, lo que le ocurra en el futuro estará determinado y pre figurado, tanto por los residuos de los efectos de las acciones de vidas pasadas, tanto como de la presente.
La Ley del Karma, es absolutamente justa y le da a cada cual las experiencias y las enseñanzas que le son necesarias para avanzar al siguiente nivel evolutivo. Si la humanidad le prestara un poco mas de importancia a dicha ley, sin duda, que el mundo sería un mejor lugar. Y no caeríamos en la infantil y errada interpretación de culpar a Dios o a la divinidad, por todos los desastres y catástrofes que ocurren en el planeta. Los que independientemente de la naturaleza que sean, finalmente se deben precisamente al principio regulador de la Ley del Karma.
En el pensamiento occidental mas bien de tendencia racional, se le conoce como la ley de causa y efecto, aún cuando dicha concepción se aplica mayoritariamente solo al plano físico. En el sentido mas espiritual, la podemos relacionar o comparar con el concepto mas bien religioso, de justicia divina. O también, con la sentencia bíblica «ojo por ojo y diente por diente,» la cual nos habla de lo mismo, en forma metafórica. Necesariamente hemos de tener el suficiente cuidado de no tomarla o entenderla en forma literal.
Naturalmente hay muchos tipos de Karma, pero finalmente todos funcionan bajo la misma ley. Algunos pueden ser inmediatos, otros toman mas tiempo, y aún otros fructificarán en vidas futuras. La mejor forma de abordar el fenómeno del Karma, siempre será a través de la Consciencia, ya que cuando somos verdaderamente conscientes de los principios sobre los que opera esta ley, automáticamente nos vamos volviendo también mas conscientes de los efectos y las consecuencias que se derivan de nuestras palabras, pensamientos y acciones. Así como también, de la forma en que estos factores inciden e influyen en el destino de nuestras vidas, nuestras relaciones y nuestro desarrollo personal.
Cualquier persona medianamente inteligente, sabe en los mas profundo de su Ser, la noble verdad del Karma. Pero aún así permanentemente estamos violando los principios fundamentales en que se sostiene dicha Ley. Esto lo hacemos, cada vez que pensamos o hablamos mal de una persona, cada vez que cometemos alguna agresión de cualquier naturaleza hacia otros seres, cada vez que causamos daño a la naturaleza, o bien, que actuamos en contra de cualquier ley divina.
Todas estas acciones o violaciones de los principios divinos van generando fuertes lazos, en la forma de cordones astrales, los que nos van atando una y otra vez con todos aquellos seres con los que vamos generando dichos vínculos. Las que con el tiempo se van transformando alegóricamente en gruesas y pesadas cadenas que nos unen indisolublemente a todas aquellas almas o criaturas con las que hemos creado dichas deudas kármicas. Y con quienes nos vamos encontrando una y otra vez, en la forma de padres, hermanos, amigos, parejas, rivales, enemigos, o bien, en diferentes tipos de relaciones sociales. Siempre con la posibilidad y la oportunidad de romper dichas cadenas, o así mismo, de crear nuevos eslabones, según sea la naturaleza de nuestras tendencias, méritos o inclinaciones, al cruzarnos nuevamente con dichas relaciones.
Por supuesto, no todo a de ser negativo, ya que si lo vemos como una escuela de aprendizaje y sabiduría, podremos comprender que el Karma, es la gran oportunidad de avanzar hacia una comprensión mas plena y refinada, de lo que significa la fascinante experiencia de encarnar en un cuerpo humano. Dentro de lo cual el Karma representa una de los retos o pruebas mas difíciles de sortear para cualquier alma encarnada en un cuerpo físico.
Eso a nivel personal, ya que también existe el Karma colectivo. De acuerdo a lo cual, nacemos en determinadas regiones, en circunstancias específicas o bajo determinadas creencias, hábitos y costumbres. Por ejemplo a nadie le pueden caber dudas, de que no es lo mismo nacer en un país de Africa, en la capital de China o en alguna remota aldea del Amazonas. También ahí está invariablemente operando la Ley del Karma. La Madre Tierra es un planeta muy especial en el orden cósmico, donde convergen almas y seres de diferentes y remotos orígenes estelares, con el alto propósito de experimentar y aprender acerca del libre albedrío, otro gran principio divino que rige y regula la vida en la tierra.
Por otro lado, cuando llegamos al importante punto de comprender correctamente la Ley del Karma, y todas sus innumerables implicaciones, se hace muy presente en el ser humano, el sentimiento y la necesidad de generar buen Karma, no solo para si mismo, sino también para el prójimo, la madre naturaleza y todas sus criaturas.
Básicamente crear buen Karma, no debiera ser tan difícil, si usamos nuestra energía en forma positiva. Dejando de lado para ello, las tendencias que crean Karmas negativos como el egoísmo, la altanería, la avaricia, la rabia, los celos o la violencia. Y mas bien, poniendo en práctica la sabia y simple enseñanza de evitar hacerle a los demás, lo que no no gusta que nos hagan a nosotros. Lo que implica evitar el causar daño al prójimo, ayudar en la medida de nuestras posibilidades a nuestros semejantes, o vivir la vida en forma consciente, cultivando sentimientos positivos como la compasión, la nobleza, la humildad, la generosidad, el altruismo o la madurez.
Al actuar de ese modo podemos estar seguros de que se reducirán nuestras deudas y balances kármicos. Y de que además, las pesadas cadenas de hierro que nos atan a las densas vibraciones del miedo y la ignorancia, se irán convirtiendo en brillantes y sutiles eslabones dorados, conectados a las altas vibraciones de los mundos superiores. Dicho progreso, finalmente nos irá encaminando en forma gradual y progresiva, en la dirección de encontrar la paz en nuestro espíritu y la serenidad en nuestra mente. Y entonces en forma espontánea irá surgiendo el deseo natural de enfocar nuestros esfuerzos y nuestras acciones hacia el beneficio y el progreso de la familia humana, sin condiciones ni distinciones de ningún tipo.