~ Eco del Silencio ~
El hombre moderno, en general es un experto en malgastar su tiempo y energía en infinidad de formas, algunas de ellas sutiles y otras muy burdas. Hablamos demasiado sin decir mucho, comemos y bebemos en forma excesiva alimentos y bebidas tóxicas, sin darle importancia al daño que nos producen. O bien, pasamos horas y horas conectadas a aparatos como teléfonos, computadoras o el televisores sin reparar en las consecuencias energéticas producto de esta falta de auto control. Tampoco ejercemos ningún control sobre nuestros sentidos, ni menos sobre nuestros pensamientos, sentimientos, actos o emociones.
Y si alguien nos pregunta si meditamos, practicamos la contemplación, la auto indagación o la oración, la repuesta clásica será, …. no tengo tiempo, estoy muy ocupado, quizás más adelante…. Por regla general, eso no son más que excusas o respuestas evasivas, para evitar el enfrentarnos con nosotros mismos; y para cuando nos decidimos a hacerlo, suele ser demasiado tarde; ya que nos encontramos enfermos, envejecidos, sin la energía propia de la juventud, o bien nos encontramos terriblemente solos y al borde de la desesperación.
Desde luego, no nos damos el tiempo necesario para algo tan natural, refrescante y revitalizador, como lo es el permanecer en silencio, ya que nuestras mentes vagan por aquí y por allá y difícilmente podemos establecernos en la paz y la quietud del Ser. Es una gran paradoja, el que nos resulte tan fácil vivir en la ausencia de consciencia, limitándonos a experimentar la vida en su forma más básica y elemental y no pongamos nuestros ingentes esfuerzos en alcanzar el enorme potencial que mora en nuestra chispa divina.
De acuerdo a lo que nos señalan tanto las escrituras sagradas, así como la voz de los maestros, es un gran privilegio y una enorme gracia divina el nacer en un cuerpo humano; el cual es la cúspide en la inmensidad de formas que pueblan el mundo evolutivo en la superficie del planeta. Desde esa perspectiva, si hemos logrado ese gran mérito, lo más lógico y natural sería que busquemos nuestra propia perfección.
Del reino mineral hemos evolucionado al reino vegetal, luego al reino animal y posteriormente al nivel humano. El siguiente nivel corresponde al nivel divino, el que finalmente es la meta de todo ser encarnado en un cuerpo humano.
Una de las características principales y comunes a todos los maestros que se han iluminado, ha sido el que han cultivado una gran reverencia y apego por la práctica rigurosa del silencio. Si ellos fueron capaces de iluminarse en el sabio y místico idioma del silencio, eso nos demuestra a cabalidad, cuan poderoso y enorme es el poder que se encuentra implícito en la práctica del silencio interior.
Por otro lado, en el mundo shamánico, es en el silencio interior donde se aprende a escuchar la voz del viento, a interpretar el mensaje del canto de las aves, el suave murmullo de las aguas o el mágico canto de las piedras. El silencio, es el puente de fusión entre el mundo cotidiano y el mundo metafísico, vale decir, el punto de confluencia entre el mundo visible y el mundo invisible. Finalmente, la llave maestra, y por lo mismo, la manera más segura para entrar y progresar en el mundo espiritual es la conexión con la sabiduría implícita en el lenguaje sutil del eco del Silencio.