~ Leonardo Da Vinci ~
Muy pocas personalidades en el mundo se han elevado al pedestal de genialidad, conocimiento y sabiduría que alcanzó este magnífico y brillante hombre, llamado Leonardo Da Vinci. Quien vino al mundo el 15 de abril de 1542 en la villa toscana, de Vinci, Florencia. Para comprender adecuadamente la personalidad y magnitud de este consumado genio, necesariamente hay que contextualizarlas en la época en que le tocó vivir, vale decir, El Renacimiento. Período inmediatamente posterior a lo que se conoce como el medioevo europeo; época caracterizada por el hecho de que prácticamente la vida no sufrió demasiados cambios o progresos, en aproximadamente 1.000 años. Algo muy difícil de imaginarnos en la actualidad, en que podemos ver que la realidad se supera permanentemente, y en unos pocos años, la vida de una generación es muy diferente a la que le precedió.
Sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que el gran Leonardo Da Vinci, fue la viva encarnación del paradigma o arquetipo del espíritu del sabio renacentista. Probablemente no haya otra persona en el mundo que haya manifestado tal variedad de genialidad y talento: eximio pintor, filósofo, humanista, inventor, científico, anatomista, ingeniero, arquitecto, músico, botánico, geólogo, escultor, poeta y escritor, fueron algunas de las actividades en las que sobresalió en diversos grados. Situación que lo elevó a la categoría de uno de los mayores genios que haya producido la humanidad en todos los tiempos.
Tal como su nombre lo indica, El Renacimiento significó cambios mayúsculos, y una gran renovación total en el mundo europeo de aquel tiempo. Cambios que abarcaron todos los niveles del conocimiento, tales como la cultura, las artes, las ciencias, el pensamiento, la economía, la política o el humanismo. Así como también, la expansión geográfica de las fronteras de las monarquías europeas, en las tierras más allá de los mares. Con todos los cambios que ello implicaría respecto de la situación mundial de aquella época. En ese contexto, es que Leonardo Da Vinci floreció, influyó e impactó profundamente el pensamiento y la cultura europea de la época. Transformándose de paso en uno de los principales impulsores de ese movimiento, el cual hizo avanzar a la humanidad rápidamente hacia el encuentro de los tiempos modernos.
En cuanto a sus logros artísticos, aún es reconocido como uno de los más grandes pintores de todos los tiempos. Como ingeniero o inventor es fascinante la envergadura de sus aportes y la profusión de su obra, aún cuando muchos de sus inventos recién se llevaron a cabo algunos siglos más adelante. Y así fue en general, en los distintos campos en que sobresalió. La tradición nos los muestra como un hombre de personalidad fuerte y seductora, dotado de un gran intelecto y por sobre todo amante de la libertad de pensamiento y la libertad en sus diversas expresiones.
Su inmensa curiosidad, su imaginación sin límites y esa capacidad de ir siempre más allá, lo llevaron a experimentar la vida permanentemente en nuevas direcciones, siempre abordando nuevos retos y desafíos. Al mismo tiempo, mostrándonos, el enorme potencial que yace en forma seminal en las infinitas e insondables capacidades creativas del ser humano. Naturalmente es infantil, el pensar que todos podemos llegar a los niveles de expansión a los que él llegó, pero perfectamente lo podemos tomar como un modelo y ejemplo de superación, esfuerzo, entusiasmo y autoconfianza.
Sin duda Leonardo Da Vinci, es un valioso ejemplo para el género humano. En el mundo actual, con todos los progresos tecnológicos, y los avances en el mundo de la ciencia, los seres humanos hemos ido progresando en muchos aspectos, como la comodidad, el confort material y todo lo implícito a la vida moderna. Pero a su vez, hemos ido perdiendo la fuerza interior, el poder personal, y la conexión con nuestro espíritu, donde residen la fuerza del ingenio, el optimismo y la creatividad.
En forma paradójica, podemos ver que a mayor progreso social, hay un decrecimiento del interés por el mundo de la cultura, la historia y el conocimiento. El que ha sido reemplazado por un culto a la banalidad, la vulgaridad, el sensualismo y a una visión materialista que empobrece y degrada a niveles muy básicos e instintivos el espíritu y la condición humana.
Personalidades como las de Leonardo Da Vinci, nos vienen a recordar, lo importante y esencial que es para el hombre el pensar con libertad y el desarrollar y explotar al máximo nuestras habilidades y potenciales. Como asimismo, a vivir la vida con fe y optimismo, y confiar en nuestra propia intuición, ya que ahí, es donde subyacen nuestros dones y nuestros talentos. Últimamente, es ahí donde reside la posibilidad de ser personas más completas, autovalentes y con mayor disposición natural al contento, la plenitud y la felicidad.
Todos los seres humanos, independientemente de nuestras actividades, profesiones o rubros, tenemos algo de artistas, de inventores, de filósofos o de soñadores. En la gran mayoría de la gente estas cualidades o atributos se encuentran dormidas, pero pueden ser despertadas en forma natural, cuando dirigimos nuestra atención hacia ellas, y nos atrevemos a dar un paso al frente.
Renacimiento, significa reflexionar acerca de los contenidos y los orígenes de nuestras creencias, tanto como de la validez de las mismas. De la revisión de los convencionalismos sociales que moldean nuestros pensamientos, así como de la revisión de los prejuicios o ideas preconcebidas que predominan en la estructura de nuestra personalidad y que por lo tanto, trastornan y empequeñecen la perspectiva de nuestra mirada.
Renacimiento, también es atrevernos a pensar en forma libre y soberana, y en lo posible, siempre basados en nuestras propias experiencias personales. El reflexionar de ese modo, nos permite llegar a establecer como dichas situaciones nos esclavizan y nos atan a comportamientos arcaicos y muchas veces infantiles, los cuales afectan en muchas formas nuestras relaciones y nuestra situación personal.
Como dice el sabio refrán popular, “de poeta y de loco, todos tenemos un poco”. Por lo tanto, si ponemos un poco de fantasía y de encanto a nuestras existencias, coloreando nuestros sueños y esperanzas, sin duda, viviremos la vida en forma más plena y alegre. En ese sentido, el abordar nuevos emprendimientos, aventuras y desafíos, trae como recompensa, nuevas energías, revitaliza y rejuvenece la mente y fortalece y enaltece nuestras convicciones y nuestros espíritus.
Desafortunadamente en el mundo de hoy, los modelos y arquetipos que siguen las multitudes dejan mucho que desear. Los valores que se transmiten a la juventud están sobrecargados de vacío materialismo, frivolidad y apego al mundo de las pasiones y los bajos instintos. Cuán bien le haría al mundo, si la educación de las nuevas generaciones se llevara a cabo en una forma más holística e integral y realmente se les enseñara a los jóvenes los inmensos potenciales que puede alcanzar el ser humano cuando se le entregan las posibilidades, las herramientas y la enseñanzas adecuadas.
Un nuevo Renacimiento para el género humano es algo posible y está al alcance de la mano. En nosotros está la facultad de elegir entre ser pastores o ser ovejas. Vale decir, seguir de manera mansa y sumisa el camino del rebaño, o bien, despertar nuestra Luz y nuestra Fuerza interior y contribuir de ese modo, a la instauración de un mundo que transite por el camino del humanismo, la fraternidad, la sabiduría y el conocimiento.
He querido en este artículo, personificar en el ideal y el ejemplo de la vida de Leonardo Da Vinci, el arquetipo de la amplia e insondable posibilidad del ser humano para renacer, crear y florecer en una vida más plena, feliz e integral. Esto será posible cuando despertemos y finalmente reconozcamos el infinito poder y la gloria que residen en el Alma de cada Ser.