~ El Sendero de las Lágrimas ~
Aquello que se conoce como el Sendero de las Lágrimas, es el relato de los hechos que ocurrieron en Estados Unidos en la década de 1830, producto del éxodo y desplazamiento forzado al que fueron sometidos las tribus Cherokees. Las que fueron obligadas a abandonar sus tierras ancestrales y marchar por más de 1.500 kilómetros hacia Oklahoma, caminando largas y sufridas jornadas. En su triste y pesada marcha, agravada no solo por el crudo invierno, ya que sufrieron todo tipo de penalidades, maltrato y humillaciones, por parte del ejército que los escoltaba y custodiaba, así como también de parte de las poblaciones blancas hostiles que encontraban a su atribulado y melancólico paso.
Las leyendas orales del pueblo Cherokee, cuentan como cientos de madres vieron morir a sus hijos a causa de la debilidad, el hambre, el frío, la desesperación y las enfermedades; e incluso en muchos casos debido a las mantas infectadas a propósito con viruela que les proveía el mismo ejército. Así caminaron dichas atribuladas madres largas y penosas jornadas con sus corazones llenos de congoja, impotencia y desconsuelo, derramando cuantiosas lágrimas de impotencia y dolor.
Entonces, los sabios y los ancianos de la tribu oraron por una señal al Gran Espíritu, para que intercediera ante esas entristecidas y atribuladas madres. Conforme narra la leyenda, precisamente de esas lágrimas brotaron pequeñas flores blancas, las que los acompañaron durante el penoso y tortuoso recorrido. En dicho recuerdo, tales flores blancas, fueron llamadas: «la Rosa Cherokee»; y se dice que aún es posible verlas en la ruta que los vio pasar.
Es difícil saber o establecer con exactitud el número de bajas sufrido por los Cherokees, entre quienes se contaban innumerables niños, mujeres, ancianos y enfermos. Aun así, se estima en alrededor de 4.000 las víctimas, las que fueron quedando tendidas a lo largo del extenuante y fatigoso camino; de los aproximadamente 15.000 que iniciaron la marcha. Cifras, que como de costumbre el gobierno de turno manipuló, ocultó y tergiversó. Además de esto, debemos considerar el trauma, la angustia, y el desconsuelo, tanto para los supervivientes como para sus descendientes.
En la misma época, otras tribus tales como los Choctaw, Muscogge-Creek, Chicksaw y Seminolas, debieron padecer situaciones similares. Años más tarde, sería el turno de los Apaches Chiricaguas, Nez Perce, Delaware y aún otras tribus
Los casos señalados más arriba no son sino solo una pequeña muestra de la forma en que fueron brutalmente maltratadas, marginadas y mancilladas, las poblaciones primigenias nativo americanos por las autoridades de la época. Para quienes la vida de estos bravos pueblos no solo carecía de valor, sino que además constituía un estorbo, una amenaza y un serio problema a sus ansias ilimitadas de expansión, riqueza y colonización.
Poco se sabe en la historia oficial, acerca de la realidad de los pueblos y tribus que poblaban y vivían en relativa y apacible calma en el territorio norteamericano, desde varios milenios antes de la llegada de los primeros colonos europeos a principios del siglo XVI. En aquellos tiempos, aproximadamente unas 500 tribus y etnias de diferentes tradiciones y costumbres poblaban el bello subcontinente americano.
Al paso de los años, solo unos pocos sobrevivieron a esta práctica sistemática de despojo y genocidio a que fueron sometidos dichos pueblos, en lo que constituiría una verdadera política de estado. Lo que significó en la práctica, el que muchas otras tribus fueran desplazadas y forzadas a abandonar sus modos y formas de vida, sus tradiciones, sus tierras sagradas ancestrales, debiendo desplazarse a lejanas y hostiles reservaciones, en que la injusticia, el asesinato, la crueldad, el alcoholismo y la barbarie fueron el pan de cada día. En la actualidad, no más del 2 o 3 % de la población norteamericana es considerada nativa, dependiendo del criterio que se use para determinarlo.
Si bien existieron muchas diferencias entre las tribus, debido a múltiples y diversos factores culturales, geográficos, lingüísticos y otros, en lo que si fueron muy parecidas fue en la gallardía, el culto a la verdad, la gentileza y la sabiduría intrínseca con que se supieron adaptar a las condiciones y rigores de la naturaleza. Rasgo por lo demás muy común y propio a todos los pueblos originarios de las distintas regiones de la tierra.
Una gran prueba de ello, fueron los grandes jefes que dirigieron sus destinos, los que siempre fueron elegidos de entre los individuos más sabios, prudentes y juiciosos, así como por sus altos valores, el respeto hacia su cultura y el respeto por la vida en sus diferentes formas. Además de su enorme valentía tanto en tiempos de paz, como en la guerra; transformándose de paso en modelos ejemplares para los niños y los jóvenes que habrían de sucederles en tiempos futuros.
Dichos líderes se caracterizaban por el respeto y la consideración hacia el mundo de los mayores y particularmente los ancianos y los enfermos, así como por hablar lo justo y necesario. Cuando hablaban lo hacían desde el corazón, con un alto concepto del honor y con palabras sabias y nobles, las que tenían especial resonancia en el canto de las aves, en el eco de los cerros y en el murmullo de los arroyos cristalinos; ya que eran expertos conocedores de la ciencia del misterio del silencio, así como grandes observadores de los fenómenos de la madre naturaleza.
Toro Sentado, Nube Roja, Alce Negro, Jerónimo, Tecumseh, Pontiac, Sequoyah, Seattle y tantos otros fueron verdaderos ejemplos a seguir en cuanto a lo que es la impecabilidad en un líder. Muy bien sabemos cuán importante y necesaria es la sabiduría, la cordura y el conocimiento, para regir y encausar los destinos de cualquier pueblo o nación. Cuanto bien les haría a los líderes actuales si realmente miraran, observaran y aprendieran de la forma en que estos altos hombres guiaban y conducían los destinos de sus naciones.
Realidad que dista mucho de la torpe y ridícula visión caricaturesca que nos ha pintado Hollywood y su industria, acerca de la vida, y el conocimiento que poseían estos pueblos, y con la que muchos de nosotros crecimos viendo decenas de absurdas y subjetivas películas de dudosa y falsa reputación.
Tampoco hay que caer en la ingenuidad o el infantilismo de creer que sus sociedades fueran perfectas y que todo funcionaba sin problemas. Lo que de seguro no era así, ya que también por cierto también existían tribus de tendencias y naturalezas belicosas y agresivas y antiguas rivalidades y conflictos de diferente tipo y condición, como le es tan inherente a las sociedades humanas de todas las épocas.
De lo que, si podemos estar seguros, es de las inmensas capacidades intuitivas, el discernimiento y la inteligencia con que eran capaces de resolver y zanjar sus disputas y diferencias y siempre con códigos de respeto, tolerancia y reverencia hacia quien tenían por delante.
Algo tan diferente y contrario a lo que vemos en estos días en las clases dirigentes del mundo político, en las que mayoritariamente priman los intereses mezquinos, las ambiciones personales, la corrupción, la perversión, las descalificaciones mutuas, y donde reina la frivolidad, el mal gusto y toda clase de tendencias y características negativas.
Que el Gran Espíritu nos bendiga y nos inspire para caminar por la vida con rectitud, con el sentimiento y la virtud en el corazón, y con el gran ejemplo que nos legaron estos benditos y sabios pueblos originarios de América.