El verdadero crecimiento siempre ocurre desde adentro hacia afuera. Sin embargo, la mayoría escoge el camino inverso; y, por consiguiente, en lugar de crecimiento cosecha decrepitud, dolor, senilidad, incertidumbre, debilidad y sufrimiento.

 

Somos el Alma Inmortal. El cuerpo solo es el vehículo temporal para encarnar físicamente el principio divino. Los grandes maestros nos lo han dicho una y otra vez; y aún así, continuamos ignorándolo.

 

Es un error de enormes proporciones el creer que somos unas miserables criaturas débiles, carentes de poder, enfermizas y destinadas a vivir atrapadas en las trágicas fauces de los miedos atávicos.

 

Mientras no cambiemos esa mirada totalmente reductora, limitante, estrecha, contractiva e insultantemente ignorante, difícilmente mejoraremos nuestra situación. No existe maestro más importante que nuestra propia Alma.

 

Dejar de identificarnos con el cuerpo y reencontrarnos con nuestra Alma Eterna, es el destino verdadero y final de todos los caminos, todos los peregrinajes y todos los senderos espirituales.