Nadie podrá encontrar la paz y la alegría en su corazón sin antes haber erradicado de sí mismo, las hoscas y profundas raíces del egoísmo, la rabia, la arrogancia, la violencia, la envidia, la codicia, la crueldad o el resentimiento. Las venenosas y amargas raíces de los sentimientos y pasiones negativas son la causa de la mayoría de las perturbaciones, dolencias, tribulaciones y pesares del ser humano.

 

Vencerse a sí mismo, una y otra vez… Ese es el camino noble y soberano del guerrero hacia el autoconocimiento. No existe mayor enemigo a vencer que nuestra propia ignorancia. Quien llega a conocerse a sí mismo, llega a conocer el fundamento de la totalidad. Y, por lo tanto, eventualmente llega a olvidarse de sí mismo; puesto que se hace consciente de la gran carencia, escasez, dolor y sufrimientos, que subyacen tras las inmensas complejidades que, como nubes negras, entristecen y perturban la vida de quienes le rodean.

 

Por lo tanto, si es que queremos enseñar y corregir a los demás, antes necesariamente debemos reformarnos, educarnos e iluminar y enderezar nuestro espíritu, y ciertamente, procurar siempre ser un buen ejemplo para demás. Cuando aprendamos a vernos reflejados en el espejo de los demás, entonces siempre desearemos evitar cualquier forma de causar daño, menoscabo o inconvenientes en las vidas de nuestros semejantes.

 

Encendamos la luz de la esperanza. El tiempo es «ahora»; ya que no existe mejor tiempo que el tiempo presente. No sigamos esperando vanamente al incierto futuro para cambiar y realizar los cambios que nos permitan experimentar la vida en forma más plena, alegre y consciente. Más difícil y arduo que realizar los cambios internos, lo es el derrotar a la resistencia, la inercia y la inflexibilidad que nos impiden llevarlos a cabo.

 

Sonríe, relájate, respira hondamente y escucha con gran atención y profundidad la dulce y sabia melodía que emana de la sabia Voz de tu Corazón.