En él pedregoso, fascinante y laberíntico camino de retorno hacia Dios, siempre habrán múltiples y permanentes obstáculos que deberemos superar, remover, suprimir y finalmente llegar a sublimar. No se trata solo de remover las simples piedras que se interponen en el camino, sino que de remover las áridas y densas montañas que nos obstaculizan el progreso y el avance hacia la integración de la personalidad.

 

Los celos, la envidia, la intriga, los pensamientos negativos, el odio, el egoísmo, el pésimo hábito de hablar mal de los demás, el culto a la falsedad, la intolerancia, la perversión, así como todos las demás impurezas conscientes y subconscientes que obnubilan la mente, son la materia prima de la que están constituidas dichas montañas. Para llegar a la fragancia y el perfume de la rosa, primero debemos transitar por la senda de las espinas.

 

El verdadero guerrero espiritual, es estoico, paciente, perseverante, amable, servicial, flexible, ejemplar, gentil, y siempre tendrá a Dios a la cabeza de sus prioridades. Sabe que es parte integral de una red invisible de Luz Divina. También, sabe que con el fuego de una vela se pueden encender muchas velas, y esas mismas velas pueden encender miles y miles de otras velas. Así, finalmente algún día llegará a consumirse toda la pesada oscuridad de las tinieblas de la ignorancia, la esclavitud y el sufrimiento humano… Que el Padre Sol pueda brillar en los corazones de todos nosotros…