La ceguera, el orgullo y la ignorancia espiritual, son la fuente de todo tipo de impurezas, perturbaciones y caos mentales; y es ahí, donde se encuentran la raíz y el origen de gran parte de los males, la perversidad y los comportamientos errados de la sufrida humanidad. Otro tanto ocurre con la interpretación errada de los principios divinos y las leyes cósmicas, lo que finalmente se traduce en fanatismos, terrorismo, fe ciega, intolerancia y violencia por doquier. Basta darle una mirada a la historia.

 

Así como la semilla no puede brotar en la dureza de la roca, la Realidad Divina no puede ser encontrada dentro de la dureza y la arrogancia de un corazón impuro y lleno de aspereza. En cualquier caso, siempre cabe la posibilidad de que los vientos de la esperanza traigan consigo la lluvia de la devoción, haciendo con ello posible, que abramos el corazón y despertemos al llamado de la Suprema Divinidad.